Caminar es simple, ¿verdad? Al fin y al cabo se trata de poner un pie frente al otro y así sucesivamente.
Pero aquí me he encontrado con que todo duele. Pensaba que sabía lo que hacía y las cosas que necesitaba, pero he terminado con 17 kilos a la espalda, unos 5 o 6 más de los que estoy acostumbrada.
Y por supuesto el peso te impide ir a un buen ritmo, te hace parar a descansar más y te produce moratones en la parte baja de la espalda. Y mientras me lamentaba, la idea del peso de más me hizo pensar irremediablemente en cómo yo, al igual que probablemente tú en algún aspecto de tu vida, siempre he querido llegar rápido y sin daños a la línea de meta, sin tener en cuenta el bagaje que llevamos a cuestas.
Voy dejando kilómetros atrás a paso de tortuga. Y me frustro.
A estas horas ya debería de haber llegado y no he hecho ni la mitad. Joder, Raquel. Joder.
Pienso en mi mochila. La adoro. Me encanta sentirla en mi espalda, prometiéndome seguridad y apoyo. Tengo cuánto necesito entre pedazos de tela. Pero llevo demasiadas cosas porque quería ir preparada para todo o al menos casi todo. Y ahora toda esa seguridad me pesa tanto que me cuesta más llegar a dónde quiero ir.
El otro dia leía El Principito. Y al leer esta parte tuve que parar a sacar mis propias conclusiones (el autor obviamente quería llegar a la suya, pero considero que las ideas que aparecen sin avisar merecen algo de nuestro tiempo) y no pude evitar preguntarme… Si el sufrimiento es inevitable (que no malo, recuerda que todas las emociones son necesarias y transitorias), ¿para qué sirven nuestras defensas?
No sé, pero quizás sea el momento de convertirnos en alcanzables, en permitir al otro acercarse aunque pueda herirnos. Y te aseguro que es difícil, porque el temor a que nos hagan daño es de los más poderosos en nuestro cerebro, pero tal vez así nos conozcan de verdad.
Sin espinas. Auténticas. Desnudas.
Porque es esa armadura la que más pesa, la que más nos hace arrastrar los pies y sentir que no llegaremos nunca.
No quiero decir con esto que nos demos al 100% a personas que todavía no han demostrado que se han ganado nuestra confianza, sino que no temamos al rechazo, que nos mostremos tal y como somos sin pensar que la persona que está en frente va a juzgarnos y saldrá huyendo en cuanto nos vea de verdad. Porque lo cierto es que… a veces ni siquiera nos permitimos a nosotras mismas vernos de verdad. Y creo que ya es hora.
Aunque mi avance está siendo mucho más lento de lo que esperaba y me he encontrado recriminándole a mi cuerpo que no dé más de sí, lo cierto es que poco a poco lo voy entendiendo.
El camino nunca será tan sencillo, fácil, o lineal como esperabas. La vida no lo es. Entras en el coliseo esperando salir de allí con vida, pero sea como fuere, lo más importante es salir sabiendo que lo has dado absolutamente todo.
Yo siento que estoy dando todo de mí con cada paso. Que estoy cubierta de sangre, sudor y barro, y que todavía me quedan fuerzas para luchar, muchas más.
Y quizás sea solo una sensación, pero siento que cada día camino más ligera. Tal vez esté dejándome parte de la armadura por el camino… O eso espero.
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Dori dice
Si, al final creo que el objetivo es ese, soltar??♀️??♀️??♀️