La comida tiene una función: alimentarnos y darnos energía. Hasta aquí, perfecto. Pero, ¿y si también pudiéramos usarla para aumentar nuestra autoestima?
Ya, ya. Suena a gilipollez vendehumos.
Pero mi experiencia me ha demostrado que lo que comes y cuánto te quieres está mucho más relacionado de lo que creemos.
Porque alimentarnos a base de comida basura supone que no le estamos dando importancia a lo único que nos mantiene con vida: nuestro cuerpo. En lugar de darnos el combustible que necesitamos para estar llenas de energía y que todo funcione como debería, optamos por la solución “fácil”.
Y claro, todavía somos jóvenes y los problemas no golpean nuestra puerta, así que comprendo que quizás estar más sana no sea la mayor de tus preocupaciones, pero…
¿Y si te dijera que mediante una buena alimentación puedes tener más energía y una actitud más positiva que derive en una mayor seguridad en ti misma y autoestima?
Obviamente mi crecimiento personal ha ido cogido de la mano con la alimentación puesto que sufrí bulimia durante años, pero en todo este tiempo he observado a mi alrededor y me he dado cuenta de que no solo las personas que hemos sufrido transtornos alimenticios tenemos una relación insana con la comida.
Comida social, alcohol sin control, atracones por aburrimiento y un montón de excusas sobre porqué no pasa nada por “pasarme un poco hoy”. Total, lo que no te mata…
Pero de lo que no nos damos cuenta es de que, al elegir este tipo de comida basura, sin nutrientes pero con un montón de aditivos y químicos, estamos decidiendo que no merecemos cuidarnos más, que nuestro cuerpo no merece estar sano.
¿Y qué sucede? Que estos “alimentos” están tan procesados y llevan tantas cosas raras y cantidades ingentes de azúcar añadido, que nos provocan picos en la glucosa y en el estado de ánimo. ¿Nunca te has preguntado por qué estás tan irritable y tu humor es tan cambiante? Voilà!
Y por ello mi enfoque hacia un cambio de vida y de actitud y hacia ser la mejor versión de nosotras mismas se basa mucho en la alimentación, en los hábitos, en cambios en tu día a día que puedan hacerte sentirte mejor en tu propia piel. Creo que ya es hora, ¿no?
Porque entiendo que tú pienses que todo esto de comer más o menos sano no es un problema. Quizás no tengas peso de más ni problemas de salud, pero el cambio en nuestra actitud al decidir cuidar nuestra alimentación es ENORME.
No te estoy hablando de matarte de hambre ni de hacer dietas milagrosas.
Te hablo de comida REAL. Te hablo de cuidarte para que seas capaz de cuidar a otras personas. Te hablo de que todos los días decidas luchar por ti, y la comida es un paso casi imprescindible.
Para mí, personalmente, empezar a ser la dueña de mi cuerpo y mi alimentación fue la manera más obvia y gratificante de volver a tener el control sobre mi propia vida. Dejar de depender del mono de azúcar y de tener que comer cada dos horas para que no me doliera la cabeza (sí, aquí lo de comer mucho azúcar también tiene gran parte de culpa).
(Por si te lo preguntas, sí: esa soy yo hace unos 4 años)
Te hayas parado a pensarlo o no, muchas veces utilizamos la comida como apoyo emocional. Te sientes sola, poco bonita, avergonzada, rechazada, aburrida… Y decides comer algo. Porque ese algo va a hacerte sentir mejor, al menos durante un momento.
Los alimentos híperprocesados provocan en nuestro cerebro ciertas hormonas que nos hacen sentirnos felices momentáneamente, pero en cuanto desaparecen, queremos más. Y más. Y más. Y la historia no tiene fin hasta que la despensa está vacía.
Y aquí no te hablo solo de mi propia experiencia, como normalmente hago. Existen varios estudios, como éste de BMC Public Health, que han demostrado que existe una relación bidireccional entre comer de una manera sana y equilibrada, evitando híperprocesados, y la autoestima.
Incluso algunos estudios(estudio 1, estudio 2) han descubierto que en niños y adolescentes, una dieta de calidad mejora la autoestima y reduce el número de problemas emocionales directamente relacionados con el crecimiento, independientemente de cuál era su posición socioeconómica o de su peso corporal. No todo va de perder kilos y verse mejor.
Por lo tanto, todo eso de “comida para el alma” quizás sea algo más que meras chorradas y demagogia. Quizás tengamos que empezar a elegir poner nuestra salud por delante y no dejar que un montón de compañías (ridículamente ricas) decidan qué, cuándo y cómo debemos comer.
La semana que viene, en la parte II, hablaremos de qué supone eso de “comida real” y “alimentos híperprocesados”, cómo implementar una nueva forma de comer dirigida a nuestra salud, a cuidarnos y a mejorar nuestra vida en todos los aspectos posibles, y de algunos de los mitos que la industria nos ha hecho creer durante años.
Por favor, ¡deja un comentario y cuéntame qué te ha parecido el artículo de hoy!
Paula dice
Me parece muy interesante, nunca me había parado a pensar en la cantidad de azúcar que lleva cualquier producto procesado del supermercado hasta que me detuve a mirar detenidamente el reverso de los productos. Creo que este artículo me ha motivado para probar y quitarme azúcar de mi dieta. Y no será fácil, soy muy golosa jiji
Gracias por esta información
Lena dice
Maravilloso, muy acertado tu articulo.
Raquel F. dice
Muchísimas gracias Lena 🙂