Ahora que estamos en verano, toda esa historia de “quiero ponerme en forma” se repite bastante en los emails que recibo. Lo que pasa es que dudo que la mayoría de las personas sepan qué es eso de ponerse en forma y qué tienen que hacer para llegar allí (o, de hecho, por qué deberían de hacerlo).
Porque en realidad no se trata de perder peso o tener un cuerpo 10 para entrar en el bikini y que mágicamente todas las estrías, celulitis y cada milímetro de grasa desaparezca de repente (cosa que por cierto, no va a pasar).
En cambio, nadie se para a pensar en lo que realizar actividad física supone realmente en nuestra vida y nuestro día a día.
Personalmente soy una persona que siempre, SIEMPRE te va a instar a moverte. Intento mantenerme activa porque sé que, lejos de hacerme una culturista/modelo/metainalcanzabledecuerpoperfecto, me mantiene sana mentalmente. Pero no siempre pensé así y no siempre es fácil moverse. De modo que quiero hablarte de por qué hacer ejercicio es un verdadero asco (al menos al principio) y por qué deberías hacerlo igualmente.
Estás en el sofá, viendo una serie o una película, con el aire acondicionado o el ventilador y quizás picando algo. No tienes perspectiva de ir a hacer nada en toda la tarde y piensas “igual debería de moverme”. En ese momento, tus piernas empiezan a pesar y aparecen dolores que antes no estaban allí. “Uf, hoy la verdad que no tengo muchas fuerzas, además me duele [x] y debería de hacer [y]…”
Total, que al final ni haces lo que se supone que deberías de hacer [y] ni realmente te duele nada [x]. Pero el cuerpo es inteligente y está quedándose con esa grasa extra por algún motivo. No es casualidad que cuando te estresas te da por comer compulsivamente o cuando estás sin dormir bien lo que más te apetece es la comida más basura y grasienta que puedas encontrar.
Tu cerebro aprende de absolutamente todo. Es su forma de mantenernos con vida. Y si en algún momento aprende que tener unos kilos de más te protege de alguna forma, te aseguro que va a conseguir que los tengas. Hay muchísimos motivos (de los que hablo más extensamente en el curso Reconquista Tu Cuerpo) para crear esta especie de barrera contra el mundo, pero por hacerte un resumen:
- Protegerte de abusos (físicos o verbales) al parecer más grande o menos deseable.
- Compensar una falta de control en tu vida controlando lo que comes.
- Prepararte para una hambruna (forma de supervivencia de hace muchísimos años).
- Prepararte para un invierno largo (ídem).
- Hacerte sentir mejor momentáneamente con las hormonas que produce la comida basura.
- Seguiría, pero estaríamos aquí hasta mañana.
Total, que nuestro subconsciente está intentando ayudarnos de la única manera que no queremos que nos ayude: haciéndonos ganar peso y grasa corporal.
Y la verdad es que cuanto menos se mueva nuestro cuerpo, menos se querrá mover. (Total, a él no le interesa que te muevas porque eso le dificultaría la tarea de mantenerte con unos kilos extra.)
Lo bueno es que, por otra parte, cuanto más se mueva, más se querrá mover también. Esto significa que al principio probablemente tengas que forzarte a ir al gimnasio, dar un paseo, nadar, ir a esa clase de salsa a la que llevas pensando en ir más de tres semanas (por no decir meses)…
Pero, ¿por qué vale la pena forzar a tu cuerpo a estar activo si no es por tener un cuerpo espectacular y además tenemos a nuestro subconsciente “en contra”?
Te lo explico: al hacer ejercicio tu cuerpo produce ciertas hormonas (entre otras, las llamadas “hormonas de la felicidad”) y reduces el estrés de manera drástica. ¿Esto qué supone? ¿Que si sales un día a dar un paseo todas tus preocupaciones van a desaparecer?
Obviamente no.
Pero lo que sí sucederá es que podrás verlo desde otra perspectiva, una mucho más relajada que no tiene el problema frente a las narices sino encima de la mesa, para poder observarlo mucho mejor y ser capaz de encontrar soluciones de una forma más calmada.
Además, reduce los niveles de cortisol (que es una hormona necesaria pero que en exceso hace que acumulemos más grasa en la zona abdominal principalmente) y mejora los niveles de la hormona del crecimiento (mejorando así nuestra longevidad).
De esta forma, le estamos diciendo a nuestro cerebro “entiendo lo que estás haciendo, sé que intentas ayudar, pero no lo necesito.”, y poco a poco, aunque parezca que no, va captando el mensaje.
¿No te parece suficiente con estar más animada, relajada y parecer más joven durante más tiempo?
Bueno, entonces añádele el hecho de que cuidarse y moverse ayuda a perder peso. No es ni debería de ser el motivo principal, sino un añadido, como un efecto secundario de luchar por ti. Al fin y al cabo, la motivación real debería de ser la de estar sana y estar preparada para ser la mejor versión de nosotras mismas, una más relajada y más dispuesta a lidiar con nuestro día pase lo que pase (¿has leído el artículo sobre cómo la comida puede ayudarte a mejorar la autoestima?).
La semana que viene te contaré qué puedes hacer para empezar a moverte y salir de la espiral del sedentarismo y cuál es el mejor enfoque para ejercitarte y sí, perder peso (spoiler: no es el cardio).
¿Qué te ha parecido el artículo de esta semana? ¿Tienes alguna duda? ¡Cuéntamelo en un comentario!
Lorena dice
Has descrito totalmente la realidad de lo no suele pasar…