Estamos viviendo la peor epidemia de nuestra época: la enfermedad del NO PUEDO.
Y con el “no puedo” pasan días, meses y años con nuestra mente en otra parte, en eso que ojalá podríamos hacer, pero no. Como si fuera un obstáculo infranqueable e inamovible, y es la excusa perfecta.
Porque si no puedo, soy la propia víctima de mi infelicidad. Yo no soy el causante de que no esté haciendo algo que realmente disfrute; lo son mis circunstancias.
Pero de vez en cuando tenemos que preguntarnos si de verdad el motivo por el que no podemos hacer algo es real o, con un poco de imaginación, podemos retrasarlo, pedirle a alguien que nos eche un cable y se ocupe de ello por nosotros un tiempo, o directamente dejarlo.
Uno de los motivos que más resuenan es el “no puedo porque no tengo dinero”, pero a veces uno tiene que pensar fuera de lo establecido para conseguir el dinero que necesitas. Quizás no para hacerlo mañana, pero sí dentro de un tiempo.
Otro es precisamente ese, el tiempo. Pero siendo sinceros, uno siempre puede encontrar tiempo para lo que necesita, pero quien algo quiere algo le cuesta: quizás tu siesta de una hora deba de ser de treinta minutos y utilizar los otros treinta para lo que quieres, o simplemente organizarte un poco mejor.
Personalmente, cada vez que digo las palabras “no puedo”, siento la urgencia de preguntarme “¿y por qué no?”. Al decir los motivos en voz alta, la mitad de las veces me doy cuenta de que sí, podría, pero nadie va a solucionarlo mágicamente para mí: o me pongo manos a la obra, o todo seguirá igual.
Y tú, ¿hay algo que quieras hacer pero que no hagas porque “no puedes”?
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