Ya llevas días, incluso semanas, en las que te has dado cuenta de que algo no va bien. Hay ciertos aspectos sobre cómo has llevado tu vida hasta ahora con los que ya no estás conforme. Y eso, sinceramente, es una putada.
Porque joder, llevas años haciendo determinadas cosas, defendiendo que tú eras así y que te gustaba, y ahora de repente alguien, algo o una maldita revelación te ha hecho ver que todo eso que antes estaba bien, ahora te parece una soberana mierda, y no tienes ni idea de cómo vivir de otra manera.
Se te ha caído el mundo que tanto habías tardado en construir al suelo, y no de manera sutil y “ahora en 5 minutitos lo arreglo”, sino más bien rollo “alguien ha llamado a un camión de demoliciones y no me ha avisado”.
Estás más perdida que un pulpo en un garaje y estás a un paso de volver a viejas costumbres aunque ya no te gusten.
Pues déjame hablarte, amiga mía, de lo que nadie te cuenta sobre las crisis existenciales: estás en uno de los mejores momentos de tu vida.
Las crisis existenciales suponen que te replantees todo cuanto has hecho, sido y pensado, y que te pares a pensar si todo eso realmente es lo correcto. El problema llega cuando 1: no, no es lo correcto y 2: nadie nos dice qué diablos es lo correcto entonces.
Y claro, estamos en una sociedad malinformada y tan llena de falsas ideas como nosotras, de modo que, además de incomprendidas, nos sentimos solas.
Pero esta crisis, como todas las que has tenido en el pasado y todas las que tendrás, son oportunidades para seguir avanzando. A veces, por orgullo, nos aferramos a pensamientos e ideas de quienes éramos, y no nos permitimos hacer hueco para la posibilidad de un nuevo “yo” mucho más sabio.
Equivocarse es lo mejor que puede pasarnos, y no entiendo cómo le tenemos tanto miedo. Si lo piensas, tus padres querían que no cometieras sus mismos errores. Te criaron intentando dirigirte hacia lo que ellos pensaban que te haría más feliz y tratando de evitar que las cosas te fueran mal.
Tú, aunque no con absolutamente todo, pero en general pasaste de ellos. Nosotras no hemos aprendido eso que pretendían enseñarnos hasta que no lo hemos vivido en carne propia, por lo que, ¿no tendría sentido pensar que lo normal y lo necesario es caerse de culo y fallar de manera total y estrepitosa?
Sé que estás asustada, y probablemente la idea de comenzar un “prueba y error” no te haga ni pizca de gracia. Pero te voy a contar el secreto sobre por qué deberías de hacerlo:
NUNCA TE VA A APETECER.
Jamás va a apetecerte continuar derribando tu forma de ver la vida y utilizar tu tiempo en redescubrirte y tratar de aprender cómo vivir casi de cero.
Nunca dirás “ay, mira qué bien, estoy con mis amigos, ellos están tomando cervezas y yo no quiero beber… me apetece pedirme agua y que me pregunten qué me pasa y me juzguen y se rían de mí, ¡claro que sí!”
o
“mira, justo hoy estaba yo pensando en levantarme del sofá y salir a hacer ejercicio, me da igual que aquí se esté calentito y ahí fuera no!”
Los cambios son incómodos y nunca va a apetecerte. Pero, ¿no deberías de ser capaz de vivir como quieres en cada momento? ¿No deberías elegir lo que crees que es mejor para ti y no lo que has hecho hasta ahora y con lo que no estás contenta?
De modo que lo siento, ese gran momento de lucidez en el que decides cambiar tu vida no va a ser de mucha ayuda si no tiras de un deseo mucho más profundo de andar cada día en esa dirección.
Vas a tener que encontrar tu por qué y comprometerte contigo misma a dirigirte hacia tu objetivo apoyada en él, porque el camino está lleno de barrizales y muros que vas a tener que escalar, y solo podrás hacerlo si de verdad crees que puedes.
Yo creo en ti. ¿Y tú?
Beatriz dice
Hola, me llamo Beatriz y soy una nueva lectora. Gracias por todo lo que escribes.Me ayudas muchísimo.
Raquel F. dice
Hola Beatriz!!
Muchísimas gracias por tu comentario y bienvenida a Qué Será de Mí! Es un placer tenerte por aquí 🙂
Un abrazo fuerte!
R