No sé a ti, pero a mí me ha pasado un montón de veces de estar en medio de una discusión o un momento tenso con una persona en específico, darme cuenta de que además es algo habitual con él/ella, y preguntarme… ¿cómo diablos he terminado aquí?
Te preguntas por qué siempre terminas con personas que se aprovechan de ti o que parece que adoran discutir, con las que no se puede razonar o con quien tienes que ir con pies de plomo para no ofenderles por el más mínimo comentario.
Pues resulta que la culpa es tuya (nuestra). Así, como suena.
Todo este tiempo hemos estado eligiendo muy mal nuestras amistades (y probablemente nuestras parejas, ¡auch!) y al final nos encontramos en una espiral llena de negatividad y dependencia de la que es muy difícil salir.
Por eso hoy quiero hablarte de una norma que te guiará a partir de ahora a la hora de conocer gente y valorar cuánto te interesa o no que esa persona esté en tu vida (por frío que pueda parecer) y evitar las relaciones tóxicas que tanto daño nos hacen.