Patricia es una mujer que no lo sabe, pero es jodidamente fuerte.
Hasta la fecha había superado todos los obstáculos que le ha puesto la vida (que no han sido pocos) y ahora tenía que enfrentarse al mayor de todos… ella misma y sus falsas creencias acerca de lo que podía y no podía hacer.
Como es posible que te haya pasado alguna vez, no creía en sí misma. Por supuesto esto no se hace más sencillo cuando ves que las personas a tu alrededor tampoco lo hacen, sino que más bien te da motivos para pensar que tu razonamiento (no puedo, no sé cómo, no soy lo suficientemente…) está justificado.
Desde hace años, Patri quería hacer una travesía en específico: el camino de los faros. Para ella tenía un significado muy especial por los momentos de su vida en los que había estado allí y quería crear recuerdos nuevos.
Tras el primer impulso, vinieron las excusas. “Quizás lo hago el año que viene” me dijo, “cuando esté más en forma”.
Y tal vez, si no fueran las mismas palabras que me había dicho hace un año, lo habría dejado estar. Al fin y al cabo, cada uno tiene que tomar sus propias decisiones. Pero no iba a dejar pasar la oportunidad de no tener que hacer un viaje así sola, de modo que detuve mi viaje unos días más para esperar a sus vacaciones y empezar a tachar pequeñas grandes victorias de su lista de cosas que le aterraban.
Nueve días después (y no sin las dudas de los primeros días de “quizás debería de volverme a casa porque me duelen los pies” que tenemos todos – como si hubiera ido a un spa y no a andar un mínimo de 20 kilómetros diarios por la costa gallega) estábamos en Coruña, pasando por los faros que eran imprescindibles para ella y este capítulo de su vida y habiendo mutado de su viaje al nuestro.
Todos los días Patri tenía una voz en su cabeza que le decía que debería de irse a su casa porque ella no era lo suficientemente fuerte. Todos los días se demostraba que esa voz – como todas las que tenemos cada uno de nosotros – era una tremenda y absoluta mentirosa.
Nadie creía que Patri duraría los nueve días que se había propuesto.
Todos le dijeron que se volvería antes. Que no podría hacerlo ni seguirme el ritmo. Sólo tienes que ver el vídeo y ver con orgullo que todos estaban equivocados.
La vida estará llena de personas que no te ven capaz de hacer algo porque no se creen capaces de hacerlo ellos mismos, y en esos momentos lo único que puedes hacer es escuchar realmente qué es lo que quieres, lo que harías si no tuvieras miedo.
La opción de volver a casa siempre está ahí. La de intentarlo, quizás no.
¿Alguna vez te has visto rodead@ no sólo de tus limitaciones sino de las que los demás te imponen? ¡Cuéntamelo en un comentario!